lunes, 15 de abril de 2013

Saritísima se marchó



         

Maria Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isadora Abad Fernández
Sara Montiel

Campo de Criptana, Ciudad Real, 10 de Marzo de 1928
Madrid, 8 de Abril de 1928


Me contaba una vieja emigrante en Venezuela una anécdota que en su momento fue famosa: En los 50, el país estaba gobernado por el dictador Marcos Pérez Jiménez, que tenía por costumbre invitar a un tête à tête en su residencia de la isla de la Orchila, a las más bellas artistas que visitaban el país. Con motivo de la actuación de Sara en Caracas, recibió la invitación de turno, a lo que Sara respondió : Díganle que para acostarme con un hombre... me sobran hombres en España. Ahí queda eso.

Pero lo que no debemos olvidar es que fué la primera española en hacerse un hueco en el star system de Hollywood, y en el Hollywood de los cincuenta, y sin padrinos. Fué dirigida por el mismísimo Robert Aldrich, por Samuel Fuller y por Anthony Mann, con el que se casó. Trabajó con Gary Cooper, con Burt Lancaster, con Charles Bronson, Ernest Borgnine, Jean Fontaine, Rod Steiger, Vincent Price, .... Llegó a rechazar un contrato de siete años con la Columbia Pictures, por temor a encasillarse en papeles de hispana.







Se codeó con James Dean, Sinatra, Hitchcock, Henry Fonda, Bob Hope, ... Inclusó actuó en Moscú en 1965, en plena guerra fría, le hizo unos huevos fritos a Marlon Brando y conoció a Greta Garbo. Cuando fué a cenar con Billie Holiday al Four Seasons de Nueva York, como no dejaron entrar a Holiday por ser de raza negra, Sara arrojó unos platos al suelo como protesta. Ya no volveremos a verla con aquellos puros que le enseñó a fumar el mismísimo Ernest Hemingway.






Sara era mucha sara. Un mito verdadero








lunes, 8 de abril de 2013

In Memorian




Juan José Bigas Luna

Barcelona, 19 de Marzo de 1946
La Riera, Tarragona, 5 de Abril del2013

Bilbao, Las edades de Lulú, Jamón, Jamón, Huevos de oro, La teta y la Luna, Bámbola, La camarera del Titanic, Volaverunt, ....

Lanzó a Javier Bardem, a Penélope Cruz, Ariadna Gil, Jordi Mollá ...

Protagonizó el resurgimiento del viejo cabaret de Zaragoza, El Plata, y llegó a dirigir al mismísimo Dennis Hopper, símbolo motero por excelencia después de Easy Rider.

Erotómano, pero sobre todo sensible tras una máscara de ironía. Se merece un recuerdo porque aportó frescura a un cine español que salvo algunos como Almodóvar, se empeñaba en revivir una guerra fraticida que costó un millón de muertos.







Adeu



jueves, 4 de abril de 2013

Marilyn I

                                                                                                                                          Milton Greene


Norma Jean Mortenson

Sala de caridad del Hospital del Condado de Los Ángeles, 1 de Junio de 1926
12305 Fifth Helena Drive, Brentwood, Los Ángeles, 5 de Agosto de 1962


Ojalá que la espera no desgaste mis sueños, M.M.

El icono mediático más grande de todos los tiempos. Desde la sala de caridad de un hospital a la Casa Blanca. Veintinueve películas, tres maridos y algunos amantes. Querida y deseada por hombres y mujeres. Sola. Imitada en vida y después de su muerte. Sola. Eterna buscadora del padre que nunca tuvo. Sola. Tenía un coeficiente intelectual de 164, superior al de Albert Einstein que era de 159. Sola. Nunca se sabrá como nos dejó antes de cumplir cuarenta años. Sola







Creo que Marilyn tiene que causar una impresión tremenda en quienes se
encuentran con ella por primera vez. No es que sea guapa - aunque, por
supuesto, lo sea hasta límites increíbles -, sino que irradia, al mismo tiempo,
una vitalidad desbordante y una especie de increíble inocencia. He percibido
esto mismo en una cría de león que me trajeron mis criados nativos de África ...
...Nunca olvidaré la sensación casi insoportable de fuerza más allá de todo control,
junto con la ternura que transmitía el animal. Tenía toda la naturaleza salvaje de África
mirándome cariñosamente, pero con una enorme capacidad de travesura.

Fleur Cowles Meyer, escritora norteamericana, escribió estas palabras en 1961 tras asistir a una cena con Karen Blixen, autora de la conocida Memorias de África y Marilyn




                                                                                                                                                                                                                                                                                            André de Dienes





Como ya sabéis los que me seguís (por cierto ya lo hacéis en catorce países, gracias), esto no es más que el principio cuando hablo de un mito. Y para empezar nada mejor que el diálogo que refleja Truman Capote, su gran amigo, en su mítico Música para camaleones, libro de entrevistas con los famosos del momento, El capítulo sobre Marilyn Monroe se titula
Una adorable criatura











La entrevista de Capote se desarrolla durante el funeral de la actriz Constance Collier,
en la funeraria Universal, Avenida Lexington con Calle 52, Nueva York. Muchas celebridades del cine, el teatro y la literatura. Miss Collier, nacida en Inglaterra, fué la mejor actriz shakesperiana de la época y en los últimos años de su carrera se había convertido en profesora de estrellas : por ejemplo las dos Hepburn, Katherine y Audrey, o Vivian Leigh.
Unos meses antes, Marilyn también había empezado a ser alumna suya. Constance Collier la llamaba su problema especial, pero la descripción que hace de ella, y que tras la siguiente foto transcribo literalmente, además de descubrirnos a la verdadera Marilyn Monroe como actriz, resulta aterradoramente premonitoria en lo tocante a su prematura muerte.
(La Greta que cita Miss Collier, como ya habrán adivinado es Greta Garbo)




 “Tiene algo. Es una hermosa niña. No lo digo por lo obvio, tal vez demasiado obvio. No es una actriz, en absoluto, en el sentido tradicional. Lo que ella tiene, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia deslumbrante, nunca podría salir a relucir en el escenario. Es algo tan frágil, tan sutil, que sólo la cámara puede captarlo. Es como un colibrí en vuelo: sólo la cámara puede congelar su poesía. Pero quien piense que la chica es otra Harlow, o una puta, está loco. Hablando de locura, es de eso que nos estamos ocupando: de Ofelia. Supongo que la gente se reiría de sólo pensarlo, pero realmente podría ser la Ofelia más deliciosa del mundo. Estaba hablando con Greta la semana pasada, y le hablé de Marilyn como Ofelia, y Greta dijo sí, que lo creía porque la había visto en dos películas, muy comunes y vulgares, pero que de todos modos dejaban entrever las posibilidades de Marilyn. En realidad, Greta tiene una idea divertida. ¿Sabes que quiere hacer una película de Dorian Gray? Con ella como Dorian, por supuesto. Bueno, dijo que le gustaría que Marilyn fuera una de las chicas que Dorian seduce y destruye. ¡Greta! ¡Tan desaprovechada! Y qué talento, bastante parecido al de Marilyn, cuando se piensa. Por supuesto, Greta es una actriz consumada, de máximo control. Esta hermosa criatura carece de todo concepto de disciplina o sacrificio. No sé por qué, pero me parece que no llegará a vieja. Es absurdo que lo diga, pero siento que morirá joven. Espero, ruego, que viva lo suficiente para liberar ese talento tan extraño y encantador que es en ella como un espíritu prisionero.”




Marilyn llega al funeral y comienza el diálogo con Capote:

Ahora Miss Collier ha muerto, y yo estaba en el vestíbulo de la capilla Universal esperando a Marilyn. Hablamos por teléfono la noche anterior y quedamos en sentarnos juntos en el servicio, que empezaría al mediodía. Ya llevaba más de media hora de retraso. Siempre llegaba tarde, pero pensé que, por una sola vez, podía llegar a horario. ¡Por el amor de Dios! ¡Maldición! De repente llegó, pero no la reconocí hasta que me dijo…
MARILYN: Querido, perdóname. Pero como ves, me maquillé y luego pensé que no debería ponerme pestañas postizas ni pintarme los labios ni nada, de modo que me lavé la cara, y no sabía qué ponerme…
(Lo que se había puesto finalmente habría sido apropiado para la abadesa de un convento que asiste a una audiencia privada con el Papa. Tenía el pelo totalmente cubierto por un pañuelo de chifón negro, un vestido negro suelto, largo, que parecía prestado, medias de seda negra que opacaban la rubia belleza de sus esbeltas piernas. Seguro que una abadesa no se habría puesto los zapatos de tacos altos, negros y vagamente eróticos, que había elegido, ni los anteojos oscuros, de lechuza, que tornaban dramática la palidez de vainilla de su fresca piel.)




TC: Se te ve muy bien.
M (royendo la uña del pulgar, ya totalmente comida): ¿Estás seguro? Estoy tan nerviosa, ¿sabes? ¿Dónde está el baño? Si pudiera ir un momento…
TC: ¿A tomarte una píldora? ¡No! Shhh. Esa es la voz de Cyril Ritchard: ya ha empezado el panegírico.
(De puntillas, entramos en la capilla llena de gente y logramos ubicarnos en un espacio estrecho en la última fila. Cyril Ritchard terminó de hablar. Lo siguió Cathleen Nesbitt, colega de toda la vida de Miss Collier, y finalmente Brian Aherne se dirigió a los presentes. Durante todo este tiempo, mi acompañante no cesaba de quitarse los anteojos para enjugar las abundantes lágrimas que brotaban de sus ojos azul grisáceos. Algunas veces la había visto sin maquillaje, pero hoy presentaba una nueva experiencia visual, un rostro que no había observado antes, y al principio no me di cuenta de qué pasaba. ¡Ah! Era por el pañuelo de cabeza. Con el pelo oculto, el cutis sin cosméticos, parecía de doce años, una virgen pubescente recién admitida en un orfelinato, que se lamenta por su suerte. Por fin la ceremonia terminó, y la congregación comenzó a dispersarse.)





M: Por favor, sentémonos aquí. Esperemos a que se vayan todos.
TC: ¿Por qué?
M: No quiero tener que hablar con todo el mundo. Nunca sé qué decir.
TC: Siéntate tú aquí, que yo esperaré afuera. Tengo que fumar un cigarrillo.
M: ¡No me puedes dejar sola! ¡Dios mío! Fuma aquí.
TC: ¿Aquí? ¿En la capilla?
M: ¿Por qué no? ¿Qué vas a fumar? ¿Marihuana?
TC: Muy graciosa. Vámonos.
M: Por favor. Hay un montón de fotógrafos abajo. Y por supuesto que no quiero que me saquen fotos con esta ropa.
TC: No te culpo.
M: Dijiste que se me veía muy bien.
TC: Y es verdad. Estás perfecta para el papel de la novia de Frankenstein.
M: Te estás riendo de mí ahora.
TC: ¿Te parece?
M: Te ríes por dentro. Y ésa es la peor clase de risa. (Frunciendo el ceño; mordiéndose la uña del pulgar.) En realidad, podía haberme puesto maquillaje. Todo el mundo aquí estaba maquillado.
TC: Incluso yo.
M: Hablando en serio. Es el pelo. Necesito tintura, y no tuve tiempo. Todo fue tan inesperado. La muerte de Miss Collier. ¿Ves?
(Se levantó un poquito el pañuelo para mostrarme una franja negra en la raya del pelo.)
TC: Pobre e inocente de mí. Yo que creía que eras una rubia auténtica.
M: Lo soy. Pero nadie es tan natural. ¿Por qué no te vas a la mierda?




TC: Bueno, ya se han ido todos. Vamos, levántate.
M: Estos fotógrafos están ahí todavía. Lo sé.
TC: Si no te reconocieron al entrar, no te reconocerán cuando salgas.
M: Uno me reconoció. Pero me metí por la puerta antes de que empezara a gritar.
TC: Debe haber una puerta posterior. Podemos salir por ahí.
M: No quiero ver ningún cadáver.
TC: ¿Por qué vamos a ver cadáveres?
M: Esto es una funeraria. Deben guardarlos en alguna parte. Lo único que me falta, entrar en un cuarto lleno de muertos. Ten paciencia. Iremos a alguna parte y te invitaré a tomar champagne.
(De modo que nos quedamos sentados y Marilyn dijo: “Odio los funerales. Me alegro de no tener que ir al mío. Sólo que no quiero funeral, y que uno de mis hijos, si tengo alguno, tire mis cenizas al viento. Hoy no habría venido de no ser porque Miss Collier me quería, se preocupaba por mi porvenir y era como una abuelita, una abuelita severa, pero que me enseñó muchas cosas. Me enseñó a respirar. Lo he aprovechado, y no sólo cuando actúo. Hay otros momentos cuando respirar es un problema. Pero cuando me enteré de la muerte de Miss Collier, lo primero que pensé fue: Oh, Dios mío, ¿qué pasará con Phyllis? Miss Collier era toda su vida. Pero me enteré de que se fue a vivir con Miss Hepburn. Feliz de Phyllis. Lo pasará tan bien ahora. Me gustaría cambiar con ella. Miss Hepburn es una persona maravillosa. En serio. Ojalá fuera amiga mía. Podría llamarla a veces y… bueno, no sé, charlar con ella”.




Hablamos de cómo nos gustaba Nueva York y de cuánto aborrecíamos Los Angeles. “Aunque nací ahí, no se me ocurre nada bueno que decir de Los Angeles. Si cierro los ojos, y me imagino Los Angeles, todo lo que veo es una gran várice.” Hablamos de actores y actuaciones. “Todos dicen que no sé actuar. Decían lo mismo de Elizabeth Taylor. Y se equivocaron. Estuvo magnífica en Ambiciones que matan. A mí nunca me darán el papel apropiado, algo que realmente quiera hacer. No me ayuda el aspecto físico. Demasiado específico”; hablamos un poco de Elizabeth Taylor; quería saber si yo la conocía y le dije que sí, y ella dijo bueno, cómo es, cómo es en realidad, y yo dije bueno, es algo parecida a ti, es muy franca y dice cualquier cosa, y Marilyn dijo vete a la mierda y me dijo bueno, si alguien me preguntara cómo era Marilyn Monroe, cómo era Marilyn Monroe en realidad, qué diría, y le dije que tenía que pensarlo.)
TC: ¿Te parece que podemos irnos de una vez? Me prometiste champagne, ¿recuerdas?
M: Recuerdo. Pero no tengo dinero.
TC: Siempre llegas tarde y nunca tienes dinero. Por casualidad, ¿no estás bajo la impresión de que eres la reina Isabel?
M: ¿Quién?
TC: La reina Isabel. La reina de Inglaterra.
M (frunciendo el ceño): ¿Qué tiene esa mierda que ver conmigo?
TC: La reina Isabel nunca lleva dinero encima. No le está permitido. El vil metal no debe mancillar la palma de la mano real. Hay una ley, o algo así.
M: Ojalá pasaran una ley parecida para mí.
TC: Sigue así y a lo mejor sucede.
M ¿Cómo paga cuando va de compras?
TC: Su dama de compañía trota a su lado con una bolsa llena de peniques.
M: ¿Sabes una cosa? Te apuesto a que le dan todo gratis. Como pago cuando ella dice que usa el producto.
TC: Es muy posible. No me sorprendería en lo más mínimo. Proveedores de Su Majestad. Perros galeses. Todas esas golosinas Fortum & Mason. Marihuana. Preservativos.




M: ¿Para qué quiere ella preservativos?
TC: Ella no, tonta. Para ese bobo que la sigue dos pasos atrás. El príncipe Felipe.
M: Para él. Oh, sí, me gusta. Debe tener un lindo aparato. ¿Te conté esa vez que Errol Flynn sacó el aparato y tocó el piano con él? Bueno, fue hace cien años. Yo recién empezaba y fui a una fiesta tonta. Estaba Errol Flynn, muy contento consigo mismo. Aporreó las teclas. Tocó Eres mi rayo de sol. ¡Cristo! Todo el mundo dice que Milton Berle tiene el schlong más grande de Hollywood. Pero ¿a quién le importa? Eh, ¿tienes dinero encima?
TC: Unos cincuenta dólares.
M: Eso nos debe alcanzar para un poco de champagne.
(Afuera, Lexington estaba vacía de sospechosos: nada más que inofensivos transeúntes. Eran como las dos de una linda tarde de abril, ideal para caminar. Deambulamos hasta la Tercera Avenida. Unos pocos dieron vuelta la cabeza, no porque reconocieran a Marilyn como Marilyn, sino debido a su atavío funerario. Ella rió con esa sonrisa suya tan especial, tentadora como cascabeles, y dijo: “A lo mejor siempre debería vestirme así, verdaderamente anónima”.
Mientras nos acercábamos al bar de P. J. Clarke, dije que éste sería un buen lugar para tomar un refresco, pero Marilyn lo vetó. “Está lleno de esos idiotas de publicidad. Y esa perra Dorothy Kilgallen siempre está allí, emborrachándose. ¿Qué les pasa a estos irlandeses? Chupan más que los indios.”
Me sentí obligado a defender a la Kilgallen, que era algo amiga mía, y dije que en ocasiones podía llegar a ser muy graciosa. Marilyn dijo: “Sea como sea, ha escrito cosas terribles acerca de mí. Todas esas perras me odian. Hedda, Louella. Sé que supuestamente una debe acostumbrarse a eso, pero yo no puedo. Lo que dicen, duele. ¿Qué he hecho yo a esas brujas? El único que escribe cosas decentes de mí es Sidney Skolsky. Pero él es hombre. Los tipos me tratan bien. Como si fuera un ser humano. Por lo menos me otorgan el beneficio de la duda. Y Bob Thomas es un caballero. Y Jack O’Brian”.
Miramos las vidrieras de las tiendas de antigüedades. En una había una bandeja con anillos viejos y Marilyn dijo: “Ese es bonito. El granate con las perlitas. Me gustaría poder usar anillos, pero no me gusta que la gente se fije en mis manos. Son demasiado gordas. Elizabeth Taylor tiene las manos gordas. Pero con los ojos que tiene, ¿quién se va a fijar en sus manos? Me gusta bailar desnuda frente a un espejo y ver cómo se me mueven las tetitas. No son feas. Ojalá no tuviera las manos tan gordas.”




En otra vidriera vimos un hermoso reloj de péndulo, lo que le hizo decir: “Nunca tuve un hogar. Una casa verdadera, con muebles míos. Pero si vuelvo a casarme, y gano mucho dinero, voy a alquilar un par de camiones y recorreré la Tercera Avenida comprando todo lo que se me ocurra. Una docena de relojes de péndulo. Los pondré todos en un cuarto, y todos a la misma hora. Eso sería como un verdadero hogar. ¿No te parece? ¡Eh! ¡Mira! ¡Enfrente!”
TC: ¿Qué?
M: ¿Ves el letrero con la palma de la mano? Ahí deben leer el futuro.
TC: ¿Tienes ganas de entrar?
M: Bueno, vamos a ver cómo es.
(No es un lugar acogedor. Por una vidriera sucia percibimos un cuarto desprovisto de muebles con una mujer flaca, con aspecto de gitana, sentada en una silla de lona debajo de una lámpara roja como el infierno que colgaba del techo y que esparcía un brillo torturador. Estaba tejiendo un par de escarpines. No nos miró. Marilyn estuvo a punto de entrar, luego cambió de idea.)
M: Hay veces que me gusta saber qué pasará. Pero después pienso que es mejor no saberlo. Me gustaría saber dos cosas, sin embargo. Una, si voy a adelgazar.
TC: ¿Y la otra?
M: Es un secreto.
TC: Vamos, vamos. Hoy no puede haber secretos. Hoy es un día de dolor, y los que sufrimos compartimos los pensamientos más recónditos.
M: Bueno, es acerca de un hombre. Hay algo que quiero saber. Pero no diré más. Realmente es un secreto.
(Y pensé: Eso es lo que tú crees. Ya te lo sacaré.)
TC: Estoy preparado para invitarte con champagne.





(Terminamos en la Segunda Avenida, en un restaurante chino vacío, decorado chillonamente. Pero tenía un bar bien provisto, y pedimos una botella de Mumm. Llegó, pero sin helar y sin balde. La tomamos en vasos altos, con cubitos adentro.)
M: Esto es divertido. Como filmar en exteriores. Si a una le gusta. A mí no. Niagara. Qué película mala. Horrible.
TC: Hablemos de tu amor secreto.
M: (silencio).
TC: (silencio).
M: (risitas).
TC: (silencio).
M: Conoces a tantas mujeres. ¿Cuál es la mujer más atractiva que conoces?
TC: Barbara Paley. No tiene rival.
M (frunciendo el ceño): ¿Esa a la que le dicen “Babe”? A mí no me parece una beba. La he visto en Vogue. Es elegante. Encantadora. Mirando las fotos una se siente como una chancha.
TC: Le divertiría oír eso. Te tiene celos.
M: ¿Celos de mí? Te estás burlando de nuevo.
TC: No. Está celosa.
M: Pero ¿por qué?
TC: Por lo que dijo en los diarios una periodista, creo que la Kilgallen. Algo así: “Se rumorea que Mrs. Di Maggio tuvo una cita con el mayor magnate de la televisión, y no precisamente para hablar de negocios”. Ella leyó la nota y creyó que era verdad.
M: ¿Que era verdad qué?
TC: Que su marido tiene un asunto contigo. William S. Paley. El mayor magnate de la televisión. Le gustan las rubias bien formadas. Las morochas también.
M: Eso es un disparate. No conozco a ese tipo.
TC: Ah, vamos, vamos. Conmigo puedes ser franca. Este amante secreto es William S. Paley, n’est-ce pas?





miércoles, 3 de abril de 2013

Respirando

Miguelbiker ha perdido una rueda durante el mes de marzo, mejor dicho, la rueda que lo acompañaba en estos últimos cinco años. Por eso ha estado a solas  con el dolor, y tras el dolor viene la tristeza. No conozco mejor remedio para la tristeza que la buena música.

Por eso esta entrada que no estaba prevista solo habla de canciones que pueden levantar el ánimo de un esquimal muerto, aunque no sean de los cincuenta.

La primera es de el León de Belfast, Van the Man, mister Van Morrison. Actuaba en el Festival de Jazz de Montreaux en el año 1974, y con el permiso de mi amado Sonny Boy Williamson, fué capaz de marcarse uno de los mejores solos de harmonica que recuerdo. Pasen y vean : Harmonica Boogie





Y tras un león, la sacerdotisa del soul, Eunice Kathleen Waymon, Nina Simone. Tras el asesinato de Martin Luther King se exilió de los USA hastiada de la segregación racial. 
Revolution, de su actuación en el Harlem Cultural Festival, 1969. El 21 de Abril hará diez años que nos dejó.




Y como por ahora persiste la melancolía, me despido, por ahora, con dos colaboraciones de Sinead O'Connor, también como Van Morrison irlandesa, pero de Dublín. Una voz increíble desprestigiada por sus extravagancias, como muchos genios. Aquí muestra la humildad de los grandes, limitándose a acompañar. En el primer caso a Christy Moore en Sweet Thames Flow Softly, y después a Zucchero en esta versión del Va Pensiero





                                       

Adiós T, nos quedaba mucho por compartir